terça-feira, 15 de abril de 2014

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Hoy me puse a bailar una zamba conmigo misma
(en realidad con esa niña-potencial-futuro que a veces se me muestro).
Hoy hizo frio, y por un rato me despegué de quien estoy ahora
y fui lejos, hasta Bolivia, cuando escuché por la primera vez acerca de una chacana.
Cuando me encontré por la primera vez tan lejos de mí.

Me acordé de mi novio de aquella época, y de cómo lo amé.
Aun así quería dejarlo para seguir viajando por donde el viento me llevase
- él por cierto se quedaría bien con el grupo, y pronto nos juntaríamos de nuevo.
No lo hice, no partí. Ahí empezamos a morir.
Me acordé de todo lo lindo que fuimos,
y de cómo nuestros viajes, hogares y niños se volvieron palabras dichas al aire,
formas en nubes borradas por el viento.
Hoy ya nada sé sobre él.

En aquella vía de tren en Perú
yo por la primera vez admití a mí misma que mi caminar tiene mucho de soledad.
Y luego los Andes chilenos y argentinos
me enseñaron que es una soledad algo tranquila, bella, libre,
llena de las sonrisas de mis amigos, del cariño por mis amores
de asombro con lo increíble que es la naturaleza.

Mis caminos por ese continente me enseñaron que uno nunca puede creer que sabe mucho
y que la humanidad tiene o no salvación.
- Pachamama me presentó tantos hermanos donde yo ni siquiera lo imaginara.
Me mostraron que mi soledad elijo o no yo
y que en realidad nunca estoy sola.
Mi inconclusión deja espacio
para completarse con la inconclusión de quien(es) se me cruce(n).

Y al final,
¿qué soy yo, aparte un granito del mundo?
Solo el mundo puede hacerme sentir entera.