terça-feira, 15 de dezembro de 2015

Soledad

Afuera llueve. Yo tengo una relación bastante doble con la lluvia. Esto de necesitarla en momentos de introspección e igual no apreciar como a veces la introspección viene sin aviso con la lluvia.
Ya llueve hace cuatro días. Ninguna introspección necesita tanto tiempo. Hoy hizo algo de sol, unos rayitos valientes que resistieron por unos minutos entre tanta niebla. Me dio una felicidad algo melancólica, como una memoria repentina del verano, consciente de ser volátil como la niebla que la revolvía. Y se fue, y el cielo quedó aún más feo que antes.
El humo de las fábricas se hace más visible por el frio. ¿Quién será realmente feliz en un día como ese?
Entro en el tren. Una jornada más. Días así están bien para viajar en tren. Me distraigo con cualquier cosa que veo por la ventana.  Quiero dormir. Hoy no tengo ganas de ser visible, no quiero decir una sola palabra a nadie.
Y bueno. No, mentira. Mentira mentira mentira. Que tan graciosa la vida que me pone una cosa tan hermosa justo en el banco al lado. Un hombre de sombrero siempre vale algunos minutos de observación. Este… No se ven los ojos. En las manos un libro. Y esa sonrisita medio de lado.
AH! Increíble la ironía de la vida. Llevamos libros del mismo autor. Neruda, voy imaginando que tú mismo creaste esta situación.
Los ojos, finalmente los ojos. Azules y cristalinos como las playas griegas. Y la pequeña felicidad al ver el título del libro que ahora pretendo leer.
Oh no, ¡pues no! ¿Por qué te sientas justo ahí, oh mujer, y me privas de seguir mirando tan hermosa criatura?
Las sonrisas se deshacen, los ojos dejan de buscarse.
Ya pasó. Saltó del tren.

Dos soledades que se encuentran… Podría ser una linda historia de amor. Pero esto al final no pasa con estos que quieren ser libres y no quieren dejar lo único seguro que tienen: la soledad misma.

Afuera llueve.

Nenhum comentário:

Postar um comentário